En defensa de la salud
REMEI MARGARIT - 11/12/2004
LA OMS recomienda el uso del preservativo como único método
eficaz no contraer el sida.
Ahora resulta que los señores obispos de la Conferencia Episcopal se han
enfadado con el Gobierno, entre otras cosas y principalmente por la campaña
del Ministerio de Salud sobre la recomendación de usar preservativos para no
contraer el sida. Dicen ellos que eso es una incitación a tener relaciones
sexuales. Yo no lo creo.
Las relaciones sexuales se tienen y se han tenido siempre desde el principio
de la historia del hombre y gracias a ellas estamos en el mundo servidora y
toda la Conferencia Episcopal en pleno, aunque tal como esos señores hablan
de ellas es como si ellos hubieran nacido de generación espontánea, vaya. En
una noticia del Telenotícies, un obispo casi imberbe -¿cómo se puede ser
obispo tan joven?- decía textualmente: "Se le da un preservativo a un
joven de dieciséis años y se le dice que es seguro y eso no es cierto".
Bueno, pues puedo asegurarle a ese jovencísimo obispo que aunque la
segu-ridad total no existe en nada, sí que es más seguro utilizar un
preservativo en las relaciones sexuales que no utilizarlo y por ahora esa es
la única prevención para no contraer el sida.
La Conferencia Episcopal quiere que la prevención contra el sida sea la
abstinencia sexual y que tan sólo se tengan relaciones sexuales dentro del
matrimonio. De entrada, aparte la anticuada moralina, esa recomendación es de
una ingenuidad que raya con el absurdo ya que los jóvenes tienen relaciones
sexuales cuando quieren e incluso los matrimonios también tienen sus
escapadas individuales. Lo afirmo desde mi experiencia de diez años de
trabajo en un centro de planificación familiar -suerte que los hay-, así y
todo muchos jóvenes no se atreven a acercarse a pedir información o
sencillamente piensan que no es para tanto como para tomar precauciones.
Toda campaña de prevención es poca, el sida afecta ya amuchos millones de
personas en el mundo y no es de cajón que en nombre de una cierta concepción
de la moral que se ha demostrado ya obsoleta se pongan obstáculos desde
confesiones religiosas para oponerse a un programa de defensa de la salud como
ese del preservativo.
Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho dice el Quijote; que el Gobierno
tenga problemas con esa Conferencia Episcopal es natupara ral, porque los
discursos son diferentes y a veces opuestos. Podríamos decir sin equivocarnos
demasiado que esos señores obispos están situados en el sector más rancio
de su propia Iglesia, pero ellos no son toda la Iglesia, de manera que si
dejaran sus sillones a los partidarios de la teología de la liberación,
problema resuelto, no solamente acerca de los preservativos, sino a muchos
otros planteados. Aunque sé que esta sugerencia también es una ingenuidad
por mi parte porque ¿quién deja su sillón, cuando desde él se ejerce
aunque sea un mínimo poder?
Especulaciones aparte, hay que tener en cuenta dos cosas: una, que esa campaña
gubernamental de prevención del sida es imprescindible para concienciar a las
personas que bajan la guardia frente a una enfermedad que todavía no tiene
cura, y dos, que en un Estado aconfesional como en el que vivimos, ninguna
Iglesia puede inmiscuirse en las decisiones aprobadas por el Parlamento.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el uso del preservativo
como único método eficaz para no contraer el sida, de manera que el Gobierno
no ha hecho otra cosa que seguir esa recomendación a nivel mundial.
Por otra parte, hay dos maneras distintas de vivir el sexo, una es viviéndolo
festivamente relacionándonos unos con otros, otra es reprimiéndolo y cargándolo
de culpa; que cada cual escoja la que más le gusta.
R. MARGARIT, psicóloga y escritora
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