ENTREVISTA
A IGNASI CARRERAS
"El problema más grave es la pobreza, no el
terrorismo"
COMERCIO "Por cada dólar que un país
recibe como ayuda, pierde dos por las leyes del comercio internacional"
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SEGURIDAD "La peor arma de destrucción
masiva, dijo Lula, es el hambre que sufre tanta gente en el mundo"
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SOCIEDAD CIVIL "Nuestra fuerza es la opinión
pública: debemos crear una sociedad civil fuerte que tenga capacidad"
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EDUCACIÓN "No van a la escuela 120
millones de niños. Sin educación nunca podremos salir de la pobreza"
FUTURO "Sueño en un mundo en paz, donde los niños no tengan que
trabajar. Más justo y con menos pobres"
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BRU ROVIRA, XAVIER PALAU - 05/12/2004
La Vanguardia
El genocidio ruandés marcó sus principios como director general de Intermón
Oxfam, ahora se despide con la crisis de Darfur.
El genocidio ruandés fue algo increíble. ¿Cómo puede ser que la comunidad
internacional no evitase una cosa así? En Ruanda no había armas de destrucción
masiva. Se mató a machetazos, a golpes. Fueron casi 800.000 muertos.
¿Ha conseguido entender algo de lo que allí ocurrió?
He ido en varias ocasiones. He visto, he escuchado. Y sólo puedo decir que
las personas somos capaces de lo más alto y de lo más bajo, de lo más ruin
y de lo más hermoso. Nuestro lado destructivo, criminal, lo conocemos bien.
En Ruanda, en Iraq, en Darfur. Pero se habla poco de la grandeza del ser
humano. Sin embargo, siempre son las personas las que salvan las situaciones
trágicas, las que nos dan esperanza para continuar. Cuando repasas la
historia, a veces te preguntas: ¿sirve para algo lo que estamos haciendo?
Luego ves que sí, que sirve para la gente; que las personas te demuestran que
merece la pena cambiar las cosas.
¿En Ruanda conoció también este lado hermoso de las personas?
Jules era un empleado nuestro. Durante el genocidio mataron a toda su familia,
su mujer y seis hijos. Pasó mucho tiempo completamente ido. Volvió al
trabajo precisamente cuando los refugiados de los campos de Goma regresaban a
Ruanda. Algunos de ellos eran los asesinos de su familia. Un día le pregunté
cómo lo vivía. "Mal -dijo-. Pero soy consciente de que si no soy capaz
de perdonar a esta gente nunca podré conciliarme conmigo mismo". Esto me
confirma que al final siempre son las personas las que salvan las situaciones
más terribles, y en Ruanda hay miles de Jules.
Ruanda antes. Ahora, Darfur... Avanzamos poco.
Pero algo ha cambiado durante estos diez años. Hoy, la sociedad civil, también
en los países pobres, es más capaz de detectar los problemas y de actuar rápidamente.
En Etiopía supimos intervenir durante la última sequía con una rapidez que
ha evitado miles de muertos.
Sin embargo, la esperanza de un mundo más justo que se vislumbraba al caer
el muro de Berlín ha sido frustrada por los hechos.
La década de los 90 fue un periodo de grandes promesas. Nuestros responsables
políticos no se cansaron de decir que querían una alianza internacional
contra la pobreza. Luego, la realidad ha sido otra, y sólo ha faltado el 11
de septiembre para confirmar que han sido unos años perdidos.
En vez de trabajar por la justicia, los países ricos se han encerrado cada
vez más en sí mismos, sus intereses, sus problemas
Si cogemos la ayuda que los países ricos dedican al desarrollo, vemos que en
el último año hemos bajado del 0,35% del PIB, al 0,23%. Nuestros países se
han ido haciendo más ricos, pero cada vez compartimos menos, somos menos
solidarios. A esta situación hay que añadir el crecimiento de la deuda
externa de los países pobres. En muchos, especialmente en África, dedican más
dinero a la deuda externa que a la educación o la salud. La globalización
está muy marcada por los intereses de los países ricos y las empresas
multinacionales. Ellos son los que dictan leyes del mercado que son injustas
para los pobres. Por cada dólar que un país recibe como ayuda al desarrollo,
pierde dos debido a las reglas del comercio internacional.
¿Sería más justo dejarles entrar en los mercados y no ayudarles?
Una cosa no quita la otra. Hay que trabajar en ambas direcciones.
Ustedes hacen una campaña por un comercio justo en la que se denuncia a
los países ricos por proteger sus productos con subvenciones y ser liberales
con los demás.
Así es. Cojamos el algodón. Existen diez millones de productores en África
del oeste, que deben competir en un mercado donde los productores de Estados
Unidos reciben subvenciones anuales de 4.000 millones de dólares. Con este
dinero, los norteamericanos, que son menos competitivos en comparación con
los africanos, pueden exportar por debajo de los precios de mercado. Inundan
los mercados, hacen bajar los precios un 30%, sacan del mercado a los pequeños
productores y arruinan a diez millones de familias. Sólo faltaba el 11-S...
¿En qué sentido?
Dos ejemplos. Uno: el presupuesto militar de Estados Unidos tras el 11-S
aumentó en 50.000 millones de dólares. Esto es igual a toda la ayuda al
desarrollo de todos los países ricos, incluido Estados Unidos. Dos: dos años
después de acabada la guerra, Angola dedica a Defensa el 30% de su
presupuesto y a educación el 3%. En el sur, la espiral también ha sido
negativa.
Corrupción. Obsesión por la seguridad. Vivimos buenos tiempos para los
lobos.
La globalización es muy competitiva, muy egoísta. Si a esto le sumamos el
problema de la seguridad, vemos cómo la alianza contra la pobreza y el hambre,
a favor de la justicia, ha sido sólo un clamor que ha servido para que los
políticos se llenaran la boca en los foros internacionales, pero lo olvidaran
al llegar a casa.
¿Es lo que ocurre también con el Gobierno español?
Durante la primera legislatura, el Gobierno siempre es muy receptivo. Luego
deja de hacernos caso.
Ahora es momento para apretar.
Es el mejor escenario. El PSOE hizo un programa electoral que recogía muchas
de nuestras propuestas, como la de incrementar la ayuda oficial al desarrollo
hasta el 0,5% del PIB: pasar del 0,2 actual al 0,5.
¿No era el 0,7 lo que se pedía?
Es el objetivo que se persigue, pero no creemos que se consiga en poco tiempo,
de manera que el primer año nos conformamos con un 0,3% y que luego vaya
aumentando.
¿Pero...?
...Llegan los presupuestos del 2005 y no se llega al 0,26.
Vaya.
Lo positivo es que salimos del estancamiento del Gobierno Aznar, pero seguimos
por debajo de las expectativas y los compromisos del PSOE. La experiencia dice
que en la oposición se habla mucho, pero se cambia en el Gobierno.
España se implicó mucho en la lucha por la paz, en contra de la guerra,
para resolver los conflictos. ¿Qué papel político se otorgan las ONG?La
impresión es que los partidos iban detrás de la gente y en medio había una
autopista.
Así es, pero nosotros debemos mantener la independencia política. Nuestra
fuerza es la opinión pública: colaborar en crear una sociedad civil fuerte
que tenga capacidad para presentar propuestas.
A veces parece que las ONG acuden a uno u otro lugar según las prioridades
de Estados Unidos o del Consejo de Seguridad. En Darfur llegaron con Powell,
cuando ya hacía años que había masacres. ¿Fueron a hacerse la foto?
Nosotros vamos a todas partes. No sólo a los sitios mediáticos. Pero es
cierto que a veces se puede tener esta impresión.
Incluso Solana ha propuesto mayor colaboración entre las ONG y los ejércitos.
Lo que dice Solana no tiene sentido. Durante los últimos años se han
producido intervenciones militares que, en teoría, eran intervenciones
humanitarias. Con una mano se tira la bomba y con la otra se da de comer. En
Iraq y Afganistán ha llegado un momento en que parece que todos somos
invasores, formamos parte de la misma maquinaria. Si colaboramos con los ejércitos
aumentará este problema. Y una cosa es una intervención militar y la otra
una fuerza de interposición.
Ustedes empezaron trabajando en desarrollo y hoy tienen una voz política
muy importante.
Antes estábamos sólo en el terreno, pero nos dimos cuenta de que también
había que incidir en los cambios políticos, internacionales y locales. Por
esto nos juntamos con Oxfam Internacional y hoy somos una organización que ha
multiplicado por ocho su capacidad y tiene voz en todo el mundo. También nos
dimos cuenta de que debíamos concentrar nuestras actuaciones. Tengo un amigo
arquitecto que lo explica con una imagen muy clara: si quieres derribar una
pared y picas por todos los lados se nota que has pasado, pero la pared sigue
en su sitio.
¿Dónde quieren abrir agujero?
El primer agujero es el que ayude al mundo rural. Dos terceras partes de la
población mundial que vive con menos de un dolar al día vive en las zonas
rurales. Si queremos salir de la pobreza hay que estar en las zonas rurales y
cambiar las reglas del comercio internacional.
¿Dejarles entrar al mercado?
Eliminar el dumping, que se pueda vender por debajo de los precios de producción.
He dado el ejemplo del algodón. Ocurre lo mismo con el azúcar, donde la UE
vende por debajo del precio de producción.
Los agricultores de aquí se les echarán encima.
No, si lo explicamos bien: se puede apoyar al pequeño productor de nuestros
países, pero no es justo apoyar el gran monopolio.
Ya tenemos un agujero. ¿Dónde quiere hacer el segundo?
En la educación. Hoy seguimos teniendo 120 millones de niños que no van a la
escuela, 860 millones de analfabetos y 150 millones que van a la escuela, pero
lo dejan al poco tiempo. Sin educación, difícilmente saldremos de la pobreza.
La reciente cumbre iberoamericana ha sido interesante en este sentido, y España
ha tenido el acierto de proponer que la condonación de la deuda externa se
invierta en educación.
Una buena noticia, entonces.
¡Si se cumple! No basta con las intenciones. A Nicaragua, por ejemplo, se le
condonó el 85% de su deuda externa en el año 2003. Es un dinero muy
importante. Este año, esperábamos verlo reflejado en los presupuestos de
educación y salud. Pero no hemos visto nada. De manera que se ha hecho una
auditoría. ¿Cómo puede ser que estos recursos que se han liberado no
aparezcan?
¿Quién se ha quedado el dinero?
Parece que ha ido a parar a una serie de familias que en su día regentaban un
grupo de bancos en quiebra salvados por el Banco Central. El dinero condonado
ha ido destinado a estas familias para pagar su otra deuda.
¡Bravo!
Pero no nos rendimos. El dinero aparecerá. Lo interesante es ver cómo en
Nicaragua, gracias a una sociedad civil bastante estructurada, puede pasar
esto y perseguirse, cosa que resulta imposible en Angola. ¡Y le estoy
hablando de un país que tiene a un presidente, Arnaldo Alemán, condenado a
20 años de cárcel por quedarse mil millones de dólares! La corrupción es
terrible. Sólo la puede evitar una sociedad fuerte. Por eso las ONG debemos
contribuir a construirla.
Usted habla de justicia, educación, democracia... nada que ver con el
discurso político dominante, donde la seguridad es la máxima preocupación.
Aquí llegamos al tercer agujero. Con motivo del 11-S, Kofi Annan dijo algo
que está muy bien: después de estos atentados, para mucha gente que vive en
campos de refugiados, en zonas de sequía, que sufre el sida, la vida no ha
cambiado; continúa siendo la lucha diaria por la supervivencia. La peor arma
de destrucción masiva, dijo Lula, es el hambre que sufre tanta gente.
Nuestros gobiernos hacen que todo gire en torno a la seguridad. Nosotros
preferimos hablar de la seguridad humana. El reto de la humanidad, su problema
más grave, no es el terrorismo, es la pobreza.
¿El terrorismo es una cortina de humo para proteger nuestras riquezas?
Permite que no nos dediquemos a otras cosas. En los países de la Unión
Europea vemos una actitud más abierta, pero es EE.UU. quien marca la agenda,
y el 11-S sólo ha conseguido endurecer la tendencia conservadora en la que
estábamos instalados.
¿Nuestros dirigentes son cada vez más fundamentalistas?
Es decepcionante ver que los políticos no trabajen para el bien común. Su
discurso es cada vez más cerrado. Sucede igual con los creyentes. Los católicos
con los católicos. Los musulmanes con los musulmanes. La globalización
necesita puentes, diálogo. Pero nuestros políticos se cierran. Aunque a
veces se ven algunos signos de esperanza.
¿Ah, sí? ¿Cuáles?
Le daré tres ejemplos. Cuando empezamos la campaña contra las minas
antipersona, los gobiernos y los ejércitos nos dijeron que sería una lucha
imposible, inútil. Las minas son unas armas muy baratas que tienen gran
capacidad de destrucción. Todo el mundo las puede fabricar y nadie parecía
dispuesto a renunciar a tenerlas. Pero conseguimos hacer llegar el mensaje a
la sociedad y los políticos tuvieron que claudicar. Fue un éxito tremendo.
Tuvieron a lady Di de su lado.
Porque conseguimos que la gente comprendiera lo absurdo de este armamento, el
dolor que producía. El segundo ejemplo es la campaña de los medicamentos.
Junto a otras organizaciones, como Médicos Sin Fronteras, presionamos a los
laboratorios y a los gobiernos que controlan la Organización Mundial del
Comercio para que se impulsen las medicinas genéricas contra el sida. Es una
batalla que estamos ganando. La tercera batalla es cambiar las leyes del
comercio internacional.
Esto lo tienen difícil.
Muy difícil. ¡Pero vamos a ganar! Eliminaremos los subsidios.
Aquí ya tocan directamente el bolsillo de la gente de países ricos.
Por eso debemos explicarlo bien. Los trabajadores de nuestros países deben
entender que no queremos eliminar las subvenciones a los pequeños productores,
sino redistribuir las ayudas, impedir que vayan a las grandes empresas para la
exportación. Es absurdo que lo que entra por un lado en ayuda al desarrollo,
salga por el otro, porque ahogamos el mercado.
Ustedes trabajan en 110 países. Hoy, en el periódico, sólo se habla de
dos de estos países.
Esa es la realidad. La mayoría de las crisis son olvidadas, están escondidas.
Lo mismo ocurre con las guerras. Sólo salen aquellas en las que participamos
directamente.
¿Por qué no hay manera de conseguir consenso en que la paz sea un gran
clamor mundial?
La guerra es todavía una cultura muy arraigada. Se necesita mucha pedagogía,
mucha educación para cambiar. Por otro lado, tenemos el decepcionante papel
de EE.UU. ¡La guerra preventiva! ¡Qué barbaridad! Y explican a sus
ciudadanos que se hace para construir la paz.
¿En qué mundo sueña usted?
En un mundo en paz. Un mundo donde los niños no tengan que trabajar. Más
justo, con menos pobreza. Un mundo donde la gente se sienta orgullosa de la
diferencia y tenga la sensación de pertenecer a una gran comunidad humana en
la que cada uno tiene algo que aportar.
¿Le veremos en la política?
Seguiré trabajando para cambiar el mundo, pero estaré donde estoy, al lado
de la gente.
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