LECTURES CURTES // LECTURAS CORTAS

 

Panadero, Brujo y Tirador de Lujo



 

Nino Buscató ganó la Liga y la Copa con el Barça y el Joventut, y fue 222 veces internacional
Panadero, brujo y tirador de lujo

XAVIER G. LUQUE / ENRIC BAÑERES - 14/11/2004
Barcelona

Yo soy de Cal Nino, panaderos de varias generaciones en Pineda. Hasta los 27 años compaginé el deporte con mi oficio. A las doce de la noche llegaba de entrenar y hacía pan hasta las siete de la mañana. Dormía hasta las dos, almorzaba y cogía el tren a Barcelona y el tranvía a Les Corts, a entrenar otra vez. Y sin problema, me gustaba. En la escuela, en Pineda, jugaba a todo: baloncesto, fútbol, balonmano, atletismo. En un mismo día llegué a disputar tres finales del torneo comarcal, con escuelas entre Arenys y Blanes. ¡A los catorce años no te cansas nunca! El fútbol se me daba bien, era un interior retrasado. Pero en un partido de rivalidad con el Calella me lancé a rematar en plancha y me abrieron la cabeza. "Noi, això s´ha acabat! -me dijo mi madre-. Dedícate al bàsquet".

¡PAM!, DENTRO

- A los 15 años empecé a jugar en el Pineda, pero directamente con los seniors. Y a los 16 ya estaba en Primera Catalana. Contra el Joventut les hice 37 puntos y al Barça, 28. ¿Yo qué sabía hacer? Tirar a canasta. Tiraba y tiraba. En la pista del Pineda, de cemento, había unas grietas que yo tenía memorizadas. Y desde allí no fallaba nunca. Entrenaba a diario, cientos de tiros, hasta que no podía más. Desde aquellas grietas podía tirar con los ojos vendados. En los partidos me la daban, me hacían la pantalla y yo pam,dentro. Tiraba levantando una pierna, nada de suspensión. Tableros de madera, pelotas de cuero que pesaban, si no levantaba la pota no llegaba. Claro, en campo contrario mi rendimiento bajaba mucho.

Fuimos a jugar a la pista del Olesa, tenían fama de duros. Yyo era el nen de 15 años que las metía todas. Nada más empezar vino uno y me arreó una bofetada que me dejó seco. "Niño, como vuelvas a tirar, te meto otras dos", me dijo. Claro, me asusté y ese día no hice nada. Con el tiempo me hice amigo de aquel jugador del Olesa y me lo recordaba a veces: "Lo siento, pero tenía que asustarte, teníamos que ganar aquel partido". Por cierto, en la Passió era el que hacía de Jesucristo.

INOLVIDABLE TORTOSA

- Quiso ficharme el Joventut, pero acabé en el Barça porque el encargado de las secciones, Antoni Palés, era fabricante de harina y tenía tratos con mi familia. Él fue quien convenció a mi madre, con la condición de que tenía que regresar a Pineda cada noche. Me pagaban los gastos y me dieron 5.000 pesetas. Al año siguiente ya me hicieron una ficha de 20.000. Llegué en 1957, el segundo año que se disputaba la Liga nacional, con doble jornada cada fin de semana. En casa jugábamos en el Palau d´Esports de la calle Lleida, recién estrenado. ¡Llenábamos siempre! Ahí estaba Josep Tortosa animando y creando un ambiente irrepetible.

REGRESO FRUSTRADO
- Cuando Llaudet tuvo que reconvertir las secciones en amateurs pasé al Aismalíbar, de Montcada y luego al Joventut. Durante años el Madrid me vino a buscar. Una y otra vez. Ferrándiz estuvo dos veces en Pineda para convencer a mis padres. Saporta llegó a ponerme delante un talón en blanco. Pero para mí era más importante seguir viviendo en Pineda y trabajar al lado del mejor entrenador que conocí, Kucharski. Con él aprendías baloncesto. En 1974 decidí retirarme. Había una nueva promoción de jóvenes, en el Joventut pensaron que con ellos irían lejos y yo me di cuenta de que era un estorbo. Estuve de segundo entrenador con Kucharski, pero lo dejamos al cabo de medio año. Y yo seguía en plena forma, veía que podía serle muy útil al Barça y pensé que vendrían a buscarme. No hice nada, esperé... y no me llamaron. Estaba Ranko Zeravica de entrenador y años después, cuando se lo expliqué, se tiraba de los pelos: "¡Si lo hubiera sabido! Pero como decían que te habías retirado..."

LA DANZA RITUAL
- A mí me preocupaba mucho que el equipo estuviera en tensión. Hubo una época en la que antes de los partidos quemaba papeles en el vestuario. Le decía al entrenador que hiciera el favor de salir, cogía unos papeles, los quemaba y empezábamos a bailar alrededor del fuego, una especie de danza ritual. Yo les explicaba que me lo había acon-la bruixa cadernera,una bruja de Santa Susanna, una mujer rara que vivía sola y que a veces la habían pillado tirando cosas al mar. "Venga todos a cantar la canción de la bruja". Lo hacíamos y luego salíamos a jugar como motos.

En la selección española les convencí de que tenían que tomar un poco de un vino de algas con poderes sobrenaturales que sólo lo hacían en mi pueblo. Todo empezó en el Europeo de Nápoles, en 1969. Empezamos fatal, perdimos los tres primeros partidos, uno de casi 40 puntos, y reuní a los veteranos en mi habitación. Allí estaban Codina, Enric Margall, Luyk, Emiliano... Les hablé de las cualidades de este vino, "que nos dará una fuerza tremenda", y pactamos que cada noche nos reuniríamos a tomar una copita en mi habitación. Luego hablamos con Díaz Miguel para que en el siguiente partido nos dejara jugar a los cinco veteranos juntos como mínimo diez o quince minutos. Y ganamos todos los demás partidos. El último, por el quinto puesto, contra Italia, que nos había pegado una paliza al principio. Y les ganamos con claridad. Todos convencidos de que el secreto estaba en el misterioso vino de algas. Provenía de un amigo de mi padre, que tenía unas viñas y que en su casa acogió a un alemán huido de la Segunda Guerra Mundial con el que montaron un laboratorio semisecreto en el que hacían experimentos. No sé qué llevaba ese vino, pero vitaminas, todas.

MONEDAS DE ORO
- El secreto de los éxitos de la selección española era la combinación entre las estrellas del Madrid y los catalanes. Y el hombre que sabía ensamblarnos era Saporta. Con dinero. Cuando se trataba de negociar las primas, me llamaba a mí y a uno del Madrid. Nos mareaba con constantes regateos hasta que al final le acabábamos sacando lo que él ya tenía previsto darnos. Entonces yo salía de la reunión y les decía: "Hemos logrado esto y lo otro", y los catalanes se ilusionaban. Porque los del Madrid ya estaban acostumbrados a tocar caler, en cambio nosotros... Los catalanes, a la que veíamos la pela encima de la mesa, nos conjurábamos: todo esto tiene que ir para casa. Saporta tenía unas fórmulas extrañas. Primero nos ofrecía un fijo, nada, miseria. Luego pactábamos los premios por acabar quintos, cuartos, terceros... Pero al final quedaba lo bueno. Sacaba unas carteras, las abría ante nuestros ojos y nos mostraba unas colecciones impresionantes de monedas de oro: 15, 20, 25... Y nos decía: hay una cartera para cada uno. "Pero atención: si os pitan una técnica, os quito una moneda". ¡A todos! "Cada vez que el entrenador tenga un problema con alguno, otra moneda menos.Ysi uno llega tarde, todos pierden otra moneda". Y así empezaba a quitarnos. Desde la más pequeñita hasta la mayor, que era una moneda gorda, impresionante. Claro, cada vez que uno hacía una tontería, nos echábamos encima, sobre todo los catalanes: "¡Estás jugando con mi dinero!". Mi ilusión era regresar a casa y poder decir: mirad lo que os traigo. Y que me respondieran: Nino, ha valido la pena.

 


© 2003  David Ribera-Nebot DRN  educaciofisica.org
TOTS ELS DRETS RESERVATS