El
entrenador que en sus inicios le dijo que era demasiado alta para ser
gimnasta todavía debe estar enrojecido de vergüenza. Los 1,64 m. de
Svetlana Khorkina, efectivamente, son excesivos para los estándares de
un deporte en el que resulta esencial un centro de gravedad bajo, pero
aquel profeta no contaba con que 'Sveta' sería capaz de anular su hándicap
a base de talento, trabajo y un estilo único.
La
juncal diva de Belgorod –pesa sólo 46 kgs.– parece querer llevar
siempre la contraria a los cánones establecidos. No sólo su estatura
está fuera de lugar en su deporte, sino también su edad: con 25 años
su momento debería haber pasado ya tiempo atrás, pero aún hoy, a las
puertas de la retirada, continúa siendo competitiva. Y no ha perdido un
ápice de la egolatría y la ambición desmedidas que la han llevado de
los pabellones gimnásticos a las pasarelas de moda o a las páginas
centrales de revistas como 'Playboy'. “Miro a mi alrededor y no veo a
ninguna oponente que brille con luz propia. Mi única rival soy yo misma,
así que si soy capaz de superarme, nadie más me preocupa”, dijo
recientemente cuando se le preguntó acerca de sus opciones olímpicas
en Atenas, donde intentará convertirse en la primera gimnasta de la
historia que encadena tres oros consecutivos en el mismo aparato (asimétricas).
Khorkina
no es simpática; no pretende serlo. Se sabe diferente y su elegante
languidez es su imagen de marca ante un ejército de rivales más jóvenes,
más bajitas y más potentes que intenta bajarla, sin conseguirlo, del
trono de desdén en el que se halla instalada desde hace un lustro.
Disfruta siendo el centro de atención, mostrándose arrogante y
distante, haciendo ver a todos que su inaccesibilidad. Ni siquiera
concede autógrafos a las niñas que se le acercan con el rostro
iluminado por la admiración. En los Juegos de Sydney, donde partía
favorita para ganar el oro en concurso completo, una caída en la prueba
de salto enterró sus aspiraciones en el lodo. Luego se supo que el
potro, por error, estaba colocado 7 cms. más bajo de lo habitual, y
aquellos que sufrieron las iras de la diva aún escuchan los ecos de sus
insultos.
Svetlana
comenzó a practicar la gimnasia inducida por su madre, pero fue a los
seis años cuando realmente vio reflejado su futuro al contemplar por TV
las evoluciones de Oksana Omelianchik. Ha ido destrozando
convencionalismos uno tras otro. Aquellos que la veían demasiado alta
han visto cómo en un aparato que penaliza la estatura, las asimétricas,
se ha convertido en la mejor especialista de todos los tiempos: dos oros
olímpicos, cinco títulos mundiales y cinco europeos así lo certifican.
Aquellos que creían que a los 18 años las gimnastas traspasaban la línea
roja de la tercera edad han tenido que callar porque sigue sin soltar su
cetro cumplidos los 25.
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