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“estoy
muy feliz.
El desafío de conseguir una octava medalla de oro era muy
motivador y aún no puedo creer que lo haya logrado. Todo el mundo
me había deseado suerte antes de la carrera..."
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Antes
de comenzar los Juegos de Atenas Birgit Fischer ya presentaba credenciales
de leyenda olímpica. Pero ayer esta alemana de 42 años, madre de dos
hijos, volvió a demostrar que cuando se propone algo no hay nadie que
pueda impedir que lo consiga. En el centro de regatas de Schinias, Birgit
sumó su octavo título olímpico (en K4-500) y se coloca como la segunda
mujer con más oros de todos los tiempos, sólo por detrás de la gimnasta
soviética Larissa Latynina (9) y empatada con la nadadora estadounidense
Jenny Thompson, que está un peldaño por debajo de la germana porque sus
ocho oros proceden todos de las pruebas de relevos.
Hoy,
Fischer puede igualar a Latynina en la cima de la historia si gana la
final de K2-500. No es casualidad que la organización ateniense haya
colocado precisamente esta regata como clausura de las aguas tranquilas en
estos Juegos.
El
palmarés de la reina de Brandenburgo tiene tal magnitud que provoca
miradas de reverencia incluso entre sus rivales, como bien saben las españolas
Teresa Portela y Beatriz Manchón, que hoy intentarán zancadillear el último
desafío de Birgit contra sí misma como rivales directas en la final de
K2 en calles contiguas. Está ahí, mirando al resto desde las alturas,
desde 1979, cuando consiguió el primero de sus 27 títulos mundiales a
los 17 años de edad. Un año más tarde, en los JJ.OO. de Moscú'80, se
colgó el primero de sus oros olímpicos. Hace de eso 24 años y ella
permanece en su pedestal.
Posee
todos los récords imaginables. Es la única mujer de la historia que ha
conquistado medallas olímpicas con 20 años de diferencia; la campeona olímpica
más joven, y también más vieja, de la historia del piragüismo; la única
palista que ha acumulado diez podios olímpicos –son ya once, porque a
sus ocho oros hay que añadirle tres platas–; la única que ha
reaparecido tras retirarse cuatro veces, incapaz de saciar su hambre de
gloria olímpica. Éstos son sus sextos Juegos, pero podrían haber sido
siete de no haber mediado el boicot político del bloque del Este a Los
Angeles'84, adonde ella no pudo acudir cuando era la vigente campeona
mundial de K1, K2 y K4 y todos los pronósticos la daban como principal
favorita para acumular tres oros más a su colección.
El
armazón físico de Fischer está lejos de ser espectacular; sus discretos
1,73 de estatura y 68 kilos de peso sólo son meras herramientas al
servicio de una tenacidad y una técnica fuera de lo común, forjadas en
la estricta disciplina deportiva de la antigua RDA.
Una
antidiva
De
hecho es una antidiva que procura pasar la mayor parte de su su tiempo
libre acampando al aire libre con sus dos hijos, escuchando música clásica
o leyendo. Ayer, tras cruzar primera la línea de meta del K4 junto a
Katrin Wagner, Maike Nollen y Carolin Leonhardt (que es también su pareja
en K2), confesó que “estoy muy feliz. El desafío de conseguir una
octava medalla de oro era muy motivador y aún no puedo creer que lo haya
logrado. Todo el mundo me había deseado suerte antes de la carrera y tenía
el móvil colapsado de mensajes”
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