Para
esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar
En
diez mil años no he visto una gaviota con menos miedo de aprender que tú
!Cuánto
mayor sentido tiene ahora la vida!
Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como
criaturas de perfección, inteligencia y habilidad.
!Podremos
ser libres!
!Podremos
aprender a volar!
¿Por
qué será –se preguntó perplejo Juan- que no hay nada más difícil
en el mundo que convencer a un pájaro de que es libre, y de que lo
puede probar por sí mismo si sólo se pasara un rato practicando?
¿Por qué será tan difícil?
EL VALOR DE APRENDER
La mayoría de las gaviotas no se molestan en
aprender sino las normas de vuelo más elementales: cómo ir y volver
entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo
que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo
que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador
Gaviota amaba volar.
-¿Por qué, Juan, por qué? – preguntaba su madre-. ¿Por qué te resulta
tan difícil ser como el resto de la Bandada, Juan?
..... Sólo pretendo saber qué puedo hacer en el aire y qué no. Nada más.
Sólo deseo saberlo.
No
pasó mucho tiempo sin que Juan Gaviota saliera solo de nuevo hacia alta
mar, hambriento, feliz, aprendiendo.
El
tema fue la velocidad, y en una semana de prácticas había aprendido más
acerca de la velocidad que la más veloz de las gaviotas.
Sólo pensó en el triunfo. ¡La velocidad máxima! ¡Una gaviota a trescientos veinte kilómetros por hora!
Era un descubrimiento, el momento más grande y singular en la historia
de la Bandada, y en ese momento una nueva época se abrió para Juan
Gaviota.
Cuando sepan, pensó, lo del Descubrimiento, se pondrán locos de alegría.
¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida!
En lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, !hay una razón para vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como
criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podremos ser
libres!
¡Podremos aprender a volar!
Durante mil años hemos luchado por las cabezas
de los peces, pero ahora tenemos una razón para vivir; para aprender;
para descubrir; ¡para ser libres!
Dadme una oportunidad, dejadme que os muestre lo que he encontrado...
Juan Gaviota pasó el resto de sus días solo, pero voló mucho más allá
de los Lejanos Acantilados. Su único pesar no era su soledad, sino que
las otras gaviotas se negasen a creer en la gloria que les esperaba al
volar; que se negasen a abrir sus ojos y a ver.
En diez mil años no he visto una gaviota con menos miedo de aprender que tú.
-Juan, fuiste Exiliado una vez. ¿Por qué piensas que alguna gaviota de tu
pasado va a escucharte ahora?
Pero volvióle el viejo recuerdo, y no podía dejar de pensar en que a lo
mejor había una o dos gaviotas allá en la Tierra que también podrían
aprender.
Al cabo de tres meses, Juan tenía otros seis aprendices, todos Exiliados,
pero curiosos por esta nueva visión del vuelo por el puro gozo de volar.
Había pasado un mes tan sólo cuando Juan dijo que había llegado la hora
de volver a la Bandada.
Pasó casi una hora antes de que la Palabra del Mayor lograra repartirse por
la Bandada: Ignoradlos. Quien hable a un Exiliado será también un
exiliado. Quien mire a un Exiliado viola la Ley de la Bandada.
Este es el precio de ser mal comprendido, pensó. Te llaman diablo o te
llaman dios.
- ¿Por qué será –se preguntó perplejo Juan- que no hay nada más difícil
en el mundo que convencer a un pájaro de que es libre, y de que lo
puede probar por sí mismo si sólo se pasara un rato practicando? ¿Por
qué será tan difícil?
Para comenzar – dijo pesadamente-, tenéis que comprender que una gaviota
es una idea ilimitada de la libertad, ....., y todo vuestro cuerpo, de
extremo a extremo del ala, no es más que vuestro propio pensamiento.
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